Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1858-1860 (Cortes de 1858 a 1863)
Sesión: 15 de enero de 1859
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones: n.º 34, 752
Tema: Discusión sobre el acta de Bande

El Sr. SAGASTA: Insisto en lo que antes he dicho. La sección estaba en la cabeza de la parroquia de Muiños, que no es lo mismo que decir que estaba en Muiños.

Respecto de la distancia, de que ha hablado S.S., ya he dicho que aquí tengo el mapa, y lo he copiado precisamente en la parte en que había necesidad para el objeto; S.S. puede verlo, y creo que lo conocerá, perfectamente, pues por él se demuestra que el pueblo de Muiños, Ayuntamiento compuesto de varias parroquias, está enclavado en la primera sección y se ha llevado la cabeza de la segunda a ese pueblo enclavado en la primera. Sin necesidad de que los señores Diputados tiendan la vista sobre el mapa, y solo por lo que he expuesto, conocerá el Congreso que no se ha atendido mucho a la comodidad de los electores.

 Pero S.S., haciéndose cargo del milagro del pan y de los peces, nos ha dicho (y esto no resulta demostrado más que por una justificación que presentaron cuarenta y tantos electores, amigos del Sr. Torres Valderrama): ¿qué fe puede merecer el aserto de esos electores si no estaban allí? Pues S.S. al argüir así, es el que verdaderamente ha querido reproducir aquel milagro, porque si no estaban allí esos electores, ¿cómo aparecen 45 electores en la lista como protestantes? (Risas.)

(Habla el Sr. Yánez Rivadeneira.)

El Sr. SAGASTA: Vea el Congreso las razones a que tiene que apelar el Sr. Yánez Rivadeneira, cuando supone que los electores podían pedir una cosa que la ley prohíbe. ¿Cómo habían de solicitar los electores que se leyeran las papeletas, cuando la ley no lo permite? (El Sr. Yánez Rivadeneira, D. Manuel María: ¿Pues no lo ha de permitir? El decir eso es no conocer la ley.) Hablo de la Mesa definitiva, Sr. Diputado. Además, los electores pidieron la lectura de las papeletas, y la Mesa, lejos de hacerlo, las quemó.



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